miércoles, 11 de junio de 2014

Alcanzaremos la inmortalidad haciendo copias de nuestro cerebro


Marvin Minsky, padre de la inteligencia artificial, ha dedicado su vida a entender los misterios del pensamiento y a lograr que las máquinas utilicen algo tan humano como el sentido común. Junto con John McCarthy, fundó en 1959 el laboratorio de Inteligencia Artificial del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), donde ha sido profesor desde entonces. Antes estudió Matemáticas en Harvard, se doctoró en Princeton e inventó, entre otras muchas cosas, el primer simulador de red neuronal capaz de aprender.

La gran obsesión de Minsky es enseñarle a un ordenador a utilizar el conocimiento que el ser humano adquiere a través de la experiencia. «El sentido común es conocer 30 o 50 millones de cosas y que estas sean representadas de tal forma que puedas hacer analogías con otros acontecimientos. Estas cosas se almacenan según su utilidad o los recuerdos que evocan.

Con motivo de ser reconocido con el premio Fronteras del Conocimiento, de la Fundación BBVA, ha concedido una entrevista al diario ABC que os pongo a continuación:


Isaac Asimov dijo de usted que era una de las dos personas más inteligentes que conocía. El otro era Carl Sagan ¿Se considera usted un genio? Isaac Asimov era vecino mío, el comentario fue muy amable por su parte, pero la verdad es que en la comunidad científica de la que yo formé parte todo el mundo era un genio. Por ejemplo, Robert Oppenheimer o Einstein, que eran increíblemente inteligentes. Aunque a Einstein ¡no le entendía nada! su acento alemán era demasiado fuerte. Una vez comimos juntos y me resultó imposible entender lo que decía.

¿De qué se siente más orgulloso? Me gusta mirar mi currículo y comprobar que, cada cierto tiempo, fui capaz de inventar algo importante. Estudié en Harvard, luego en Princeton, he dado clases en el MIT... En 1960, solo había cuatro ordenadores digitales en el mundo. Yo me convertí en profesor justo cuando las cosas empezaban a cambiar. Eso me ayudó mucho. Siempre estuve entre dos aguas, entre la vieja escuela y la nueva.

En los años sesenta parecía que la inteligencia artificial iba a cambiar el mundo, pero la revolución no ha sido tan rápida como se esperaba... Todo en la vida moderna, desde Internet hasta los sistemas que ponen en marcha fábricas enteras, están controladas por ordenadores. ¡La revolución ya ha ocurrido! Y no llevó tanto tiempo ¿Qué son 30 o 40 años frente a 3.000? A partir de Gauss, desde 1830, la ciencia, la física práctica y la ingeniería han cambiado el mundo mucho más que en los anteriores 10.000 años. Lo que pasa es que no somos conscientes de ello porque nadie vive tanto tiempo.

Una máquina puede realizar complejísimas operaciones matemáticas, pero la inteligencia artificial es incapaz de aplicar algo tan humano como el sentido común ¿Por qué? Las matemáticas son muy sencillas y el sentido común, no; requiere conocer millones de cosas. Por ejemplo, todas las palabras de un idioma. En matemáticas, el lenguaje es mucho más reducido.

Sostiene que las máquinas serán tan inteligentes o más que el cerebro humano. Esas teorías incomodan a mucha gente... Es genial que la gente se enfade, porque eso quiere decir que pueden cambiar de opinión. Yo estoy enfadado todo el tiempo, y me gusta. Me obliga a pensar más. Si no tengo una idea nueva cada día, me cabreo.

Una frase suya: «Cuando los ordenadores tomen el control, puede que no lo recuperemos nunca. Si tenemos suerte, quizá decidan tenernos como mascotas». ¡Pues vaya panorama! Esa solo es una posibilidad. Y no la peor...

¿Por qué es tan pesimista sobre el futuro de la humanidad? Creo que las cosas a pequeña escala funcionan relativamente bien, pero somos muy lentos resolviendo los grandes problemas. Por ejemplo, el dióxido de carbono. Es un problema que el mundo no está entendiendo. Creo que cuando se quiera poner remedio al calentamiento global será tarde. Por eso, el futuro tiene mala pinta: la gente sufrirá, la industria tendrá que parar y la mayoría de la población morirá.

¿También piensa en la muerte? ¿Cree que algún día seremos capaces de alcanzar la inmortalidad? Sí, haremos copias de nuestros cerebros. Puede que los creemos en un laboratorio o que, simplemente, descarguemos su contenido en un ordenador. 

Muchos se plantean si las máquinas serán capaces de sentir, pero usted sostiene que el verdadero misterio no son las emociones, sino el pensamiento ¿Por qué? Es que las emociones no son demasiado complicadas, aunque están relacionadas con una maquinaria muy compleja. Pero es difícil hablar de esas cosas utilizando el lenguaje ordinario. La ciencia consiste en buscar nuevas formas de describir cosas viejas.

¿Y qué hay de la conciencia humana? ¿Por qué es tan misteriosa? ¡La conciencia no es una sola cosa, son muchas! Si piensas en la conciencia como una sola cosa, entonces parece un misterio irresoluble. Es como pensar en un coche como una sola cosa. Parece complejísimo. Pero si piensas en él como una suma de cilindros, engranajes, pistones y cien elementos más, entonces no es tan complicado.

Dice usted con mucha sorna, que «un ético es alguien que ve algo malo en cualquier cosa que te pase por la cabeza» ¿No cree que la ciencia deba tener límites? ¡Lo que yo creo es que todo el mundo debería ser científico! En ciencia, para apoyar cualquier cosa en la que crees, buscas evidencias. Y si esas evidencias son endebles, buscas alternativas. En otros campos sin embargo, la fuerza sustituye a la razón.

Stephen Hawking ha alertado de que «la inteligencia artificial podría ser el peor error de la historia», y que podría significar el fin de la especie humana ¿Qué opina? No creo que Stephen Hawking haya dicho eso, pero no lo sé. Desde mi punto de vista, quemar carbón es el peor error de la historia de la humanidad.

¿Siempre ha leído ciencia ficción? Empecé cuando era un niño, descubriendo a autores como H.G. Wells y Aldous Huxley.

¿Encontró en esas novelas la inspiración para su trabajo científico? Sí, porque algunos escritores de ciencia ficción sabían mucho de ciencia y planteaban problemas serios. No es como el resto de la literatura. La mayoría de las novelas las protagonizan personas mundanas y sus problemas son mundanos. Eso no es importante y no me interesa.



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